El párroco

Visita Pastoral


 Querido D. Santiago

Durante ésta semana ha compartido con nosotros el don de la fe. Se ha encontrado con nuestros niños, adolescentes, jóvenes y adultos de nuestra parroquia. Y lo más importante, ha celebrado la eucaristía con nosotros fortaleciendo así los lazos de comunión.

Su presencia ha sido un regalo del Señor para nuestra comunidad parroquial. Nos ha animado, nos ha confortado, orientado y fortalecido en nuestra tarea pastoral como cristianos. Y en el futuro más próximo, esta experiencia, nos servirá para orientar nuestras vidas tanto a nivel personal como a nivel parroquial;  y por todo ello nos sentimos agradecidos.

Como dice el Salmo: “Si el Señor no construye la casa, en vano se cansan los albañiles”. Todos sabemos qué difícil es construir en el Señor y entender que Él es el que construye nuestra comunidad parroquial. No se construye sobre nuestras ilusiones ni sobre nuestros proyectos, ni sobre nuestras apetencias o sentimientos, porque eso sería construir sobre arena y ya sabemos lo que le ocurre a una casa que se construye sobre algo tan inestable como la arena. Construir en el Señor y desde el Señor, es construir sobre roca, sobre la solidez y la fortaleza que es da aquel en quien confiamos y volcamos nuestras vidas. Por esta razón nuestras miradas y oídos, nuestra voluntad e inteligencia y nuestro corazón deben estar unidos a Él, que es quien nos llama, nos convoca y se nos ofrece con don. Solo así, nosotros, templo de Dios podemos tener solidez, y por lo tanto, futuro.

A nuestros jóvenes que se han confirmado hoy, decirles que no olviden ésta experiencia del Espíritu, y que fortalecidos y animados con su presencia sigan siendo parte importante de nuestra comunidad parroquial, como dice el Papa Francisco en su exhortación la “alegría del Evangelio”: “¡Qué bueno es que los jóvenes sean “callejeros de la fe” felices de llevar a Jesucristo a cada esquina, a cada plaza, a cada rincón de la tierra!”. Ahora, vosotros sois testigos del don que habéis recibido y debéis ser coherentes con las exigencias que manan de nuestra fe. Un sí “a medias”, un sí, “según me interese”, un sí, “con condiciones”,  termina por ser irreconocible y está lejos de un verdadero seguimiento del Señor y una fe adulta. Vosotros ahora sois testigos, misioneros entre otros jóvenes y alegría de nuestros mayores. Sois piedras vivas, entre otras muchas, sobre la que edificamos nuestra parroquia.
 Todos tenemos que mirar al Señor y preguntarnos, ahora más en éste tiempo de cuaresma,  si somos el creyente y la parroquia que Dios quiere y que la Iglesia necesita. Por esta razón  pedimos a nuestro arzobispo D. Juan José como  a usted, como su obispo auxiliar que nos oriente, nos corrija, nos estimule y abra horizontes en esta cada vez más clara  y necesaria “nueva evangelización” y poder así seguir construyendo nuestra parroquia desde la fidelidad a la Iglesia  desde el corazón del Señor.

Nos sentimos Iglesia católica, nos sentimos comunidad parroquial, en ésta casa, con nuestras flaquezas, debilidades, dificultades y a veces contradicciones, pero sintiéndonos también, desde la alegría, desde nuestra entrega amorosa y desde nuestro compromiso,  discípulos en el Señor; que un día, hace diez años, empezamos a caminar y que hoy seguimos siendo fieles a su presencia entre nosotros. El ser perseverantes es un valor por el cual se acrisola nuestra fe, se hace más recia y más madura. Y creemos que el Señor se nos sigue entregando en cada eucaristía y que la única respuesta que espera es que nos hagamos como Él, es decir,  que nuestras vidas se conviertan en una ofrenda permanente, y hoy, terminando con ésta celebración la Visita Pastoral, nos hacemos ofrendas y lo hacemos unidos a nuestros obispos D. Juan José y D. Santiago, nuestros padres en la fe.

Decía San Agustín una frase que en estos días he podido comprobar la verdad que encierra, dice así: “Soy obispo para vosotros, soy cristiano entre vosotros”.  Querido D. Santiago, esta frase resume su presencia en ésta semana en nuestra parroquia. Y a la vez, hemos visto reflejado su ministerio episcopal entre nosotros como dice el Papa Francisco: “el obispo estará en medio de todos con su cercanía sencilla y misericordiosa”.
No quiero terminar, sin que desde aquí demos un fuerte abrazo a nuestro arzobispo D. Juan José y que a través de usted le llegue nuestro cariño y gratitud.
D. Santiago,  muchas gracias por el bien que nos ha hecho y que El Señor le siga bendiciendo en su tarea pastoral y episcopal y ya sabe, nunca mejor dicho: esta es su casa.
                                                                                 
                                                                               Félix J. Amo Molina
                                                                                  



La casa de Dios, casa de los hombres



Posiblemente cuando leáis estas palabras, las máquinas estarán preparando el terreno donde se va a construir el nuevo templo y las dependencias de la parroquia de Santa María y San Miguel.
            Hace ya tres años y medio ( el 8 de septiembre de 2.003) el Sr. Cardenal erigió esta nueva parroquia en nuestra ciudad de Alcalá de Guadaíra, en una zona (todas las poblaciones cruzando el río en dirección a Dos Hermanas y Utrera: El Campo de la Beatas, los Pinares de Oromana, la Juncosala Nocla …) de amplio crecimiento demográfico.

            Durante estos años hemos “creado” parroquia. Como siempre, lo importante son las personas. ¿Qué sentido tendría construir un templo si no hay personas que quieran encontrarse con Dios?. De ahí la necesidad de construir una comunidad-parroquia que responda a todas las necesidades pastorales de nuestra feligresía: catequesis, vida litúrgica (eucaristías, bautizos …) y vida pastoral (consejo económico, cáritas, pastoral familiar, pastoral educativa, pastoral de la salud). Una vez creada la parroquia, tenemos necesidad de unas dependencias que garanticen la plena realización de éstas acciones pastorales.

            El proyecto está terminado y realizado por el arquitecto alcalareño D. Juan Bosco Ruiz Heras, al que siempre le estaremos agradecidos por su entrega, dedicación y generosidad. El Sr. Cardenal dio el visto bueno y ahora nos falta su realización. ¿Dificultades?. Muchas. Sobre todo las que tienen que ver con la financiación de las obras, en las que espero que se vuelque nuestra ciudad. Pero por ahora no nos falta ni ilusión, ni las ganas de trabajar ni la esperanza de ver terminado el proyecto.

            Hemos querido hacer un “complejo parroquial” conforme a los que nos pide la Iglesia en la actualidad, por esta razón podríamos hablar de tres dimensiones fundamentales en dicho proyecto: la dimensión litúrgica, es decir, el espacio celebrativo de los sacramentos, fundamentalmente, la eucaristía y que se corresponde con el templo y la capilla del sagrario. La dimensión catequética, o el espacio destinado a la formación y  la catequesis. Y el espacio caritativo-social, es decir, el lugar destinado a cáritas y todas las actividades culturales y sociales que realice la parroquia.

            Teniendo presente estas dimensiones, creo que debemos reflexionar sobre la base en la que se ha sentado nuestro proyecto. Podemos decir que hay una idea básica en todo proyecto religioso: la belleza. Y aquí nos encontramos con varias dificultades: ¿coincidimos todos con el mismo ideal de belleza?, ¿cómo hacer bellas unas instalaciones en un mundo moderno sin repetir la arquitectura del pasado?, ¿cómo conjugar la sencillez y simplicidad de formas de la arquitectura religiosa actual con los gustos de la ciudad?. ¿En un mundo secularizado cómo contribuir a que el creyente se encuentre con Dios a través de una nueva edificación religiosa?...

            Es difícil responder a éstas preguntas. Nuestra intención es la de construir un templo y unas instalaciones que reflejen el ideal de belleza, porque , de algún modo, lo bello, participa de la belleza de Dios, y nos comunica silenciosamente su presencia a través de las formas, la luz, los elementos y materiales utilizados, los signos litúrgicos, el color, el ambiente , las proporciones … En definitiva un templo y sus dependencias deben despertar admiración y alabanza a Dios.

            Juan Pablo II en su carta a los artistas nos dice: “ Este mundo en que vivimos tiene necesidad de la belleza para no caer en la desesperanza. La belleza, como la verdad, es quien pone la alegría en el corazón de los hombres; es el fruto precioso que resiste a la usura del tiempo, que une las generaciones y las hace comunicarse en la admiración”. Teniendo presente las palabras de Juan pablo II, vemos como un templo está unido a la belleza, a la verdad y a la esperanza a través de generaciones, de ahí , que un templo a pesar de los años y de los siglos, nos recuerda  la historia,  las personas en el pasado y las que vendrán en el futuro, invitándonos a vivir en lo perdurable, lo no relativo y por tanto, caduco.

            Quizás estemos ante un peligro cuando hablamos de belleza: el quedarnos en el sentido de “utilidad” y de “funcionalidad”, es decir, la belleza como simple estética, no llegando a percibir el sentido de lo “gratuito” y “lo festivo”. Lógicamente, en un mundo como el nuestro, un templo y sus dependencias, deben ser funcionales en cuanto comodidad, visualización, audición, sobriedad en las formas,…; pero debemos alejarnos de ese sentido que tenemos tan agudizado de “usar” las cosas, para ir percibiendo más el sentido de “una casa” que de “un monumento”. Un templo tiene sentido desde la celebración o el encuentro con Dios y nunca desde una utilización “turística”, y por tanto, ocasional, aunque esta sea una parte de nuestra cultura. De ahí, que el edificio religioso tenga siempre una sensación de “habitabilidad familiar” que ayude al encuentro entre las personas, a la celebración viva y dinámica sin contradecir el sentido de lo sagrado. Podemos decir que un templo no es bello porque me gusta y entra en mis cánones de belleza o sirve para mis intereses puntuales, sino porque responde a una necesidad fundamental: el encuentro personal con Dios (único bello) y el encuentro entre los hermanos (a través de la belleza de la liturgia) dando culto “en espíritu y en verdad”.

            Hoy tenemos una sensibilidad más inclinada hacia lo sobrio y a lo sencillo que hacia lo barroco y ostentoso. Pero esa sencillez no está reñida con la estética y la belleza. No se trata de repetir los estilos de los templos de siglos pasados por muy bellos que sean. Se trata de aunar sencillez con belleza, evitando también cualquier visión del arte cristiano como simple “cultura”. Es decir, el templo y las dependencias parroquiales están en función del culto a Dios, del aspecto trascendente de la vida. Es el lugar que expresa el encuentro del creyente con sus semejantes y con alguien superior a él y no simplemente como algo bello en un sentido profano. Es bello porque me lleva a Dios. Quizás sea ésta la paradoja del arte reducido a espectáculo, a emoción estética, sin alma litúrgica.

            Esto es en definitiva lo que intentamos realizar. Una “casa” de Dios para los hombres. El mismo término parroquia significa literalmente “junto a las casas”. Y esa es ahora nuestra realidad. Cuando se pregunta por nuestra parroquia en la actualidad, la gente busca un campanario o un edificio que se ajuste a lo que uno cree que puede ser una parroquia. Y la gente se sorprende: estamos en un pequeño local. La entrada no es bella, pero una vez dentro uno se siente en la “casa de Dios”, en medio “de las casas de los hombres”. Y hemos conseguido en éste pequeño lugar de encuentro entre las personas, un lugar para la celebración y la oración. Esta es una de las perspectivas que queremos dar a nuestra nueva edificación.
Dostoievsky, el gran escritor ruso lanzó un enigmático anuncio en su obra “el idiota”, poniendo en boca del príncipe Myshkin la siguiente frase: “ El mundo será salvado por la belleza”. El escritor añadía posteriormente: “No hay ni puede haber nada más bello que Cristo”. Pues junto a las casa de los hombres está la casa de Dios. Desde la sencillez y la sobriedad,  teniendo presente aspectos como la buena visibilidad y luminosidad, la fácil participación en la liturgia, la accesibilidad y la comodidad  construiremos unos nuevos edificios que puedan ayudar al hombre actual a dirigir su corazón al único bello: Jesucristo

            Así lo deseamos y pondremos todo nuestro empeño, en la medida de nuestras posibilidades. No se construye todos los días un complejo parroquial. Esperemos que el día en que tengamos construido nuestro templo podáis visualizar y comprobar esa belleza que nos habla de la belleza de Dios.



                                                           Félix José Amo Molina
                                                           Párroco de Santa María y San Miguel.