Historia de nuestra parroquia

   La casa de Dios, casa de los hombres

            Posiblemente cuando leáis estas palabras, las máquinas estarán preparando el terreno donde se va a construir el nuevo templo y las dependencias de la parroquia de Santa María y San Miguel.

            Hace ya tres años y medio ( el 8 de septiembre de 2.003) el Sr. Cardenal erigió esta nueva parroquia en nuestra ciudad de Alcalá de Guadaíra, en una zona (todas las poblaciones cruzando el río en dirección a Dos Hermanas y Utrera: El Campo de la Beatas, los Pinares de Oromana, la Juncosala Nocla …) de amplio crecimiento demográfico.

            Durante estos años hemos “creado” parroquia. Como siempre, lo importante son las personas. ¿Qué sentido tendría construir un templo si no hay personas que quieran encontrarse con Dios?. De ahí la necesidad de construir una comunidad-parroquia que responda a todas las necesidades pastorales de nuestra feligresía: catequesis, vida litúrgica (eucaristías, bautizos …) y vida pastoral (consejo económico, cáritas, pastoral familiar, pastoral educativa, pastoral de la salud). Una vez creada la parroquia, tenemos necesidad de unas dependencias que garanticen la plena realización de éstas acciones pastorales.

            El proyecto está terminado y realizado por el arquitecto alcalareño D. Juan Bosco Ruiz Heras, al que siempre le estaremos agradecidos por su entrega, dedicación y generosidad. El Sr. Cardenal dio el visto bueno y ahora nos falta su realización. ¿Dificultades?. Muchas. Sobre todo las que tienen que ver con la financiación de las obras, en las que espero que se vuelque nuestra ciudad. Pero por ahora no nos falta ni ilusión, ni las ganas de trabajar ni la esperanza de ver terminado el proyecto.

            Hemos querido hacer un “complejo parroquial” conforme a los que nos pide la Iglesia en la actualidad, por esta razón podríamos hablar de tres dimensiones fundamentales en dicho proyecto: la dimensión litúrgica, es decir, el espacio celebrativo de los sacramentos, fundamentalmente, la eucaristía y que se corresponde con el templo y la capilla del sagrario. La dimensión catequética, o el espacio destinado a la formación y  la catequesis. Y el espacio caritativo-social, es decir, el lugar destinado a cáritas y todas las actividades culturales y sociales que realice la parroquia.

            Teniendo presente estas dimensiones, creo que debemos reflexionar sobre la base en la que se ha sentado nuestro proyecto. Podemos decir que hay una idea básica en todo proyecto religioso: la belleza. Y aquí nos encontramos con varias dificultades: ¿coincidimos todos con el mismo ideal de belleza?, ¿cómo hacer bellas unas instalaciones en un mundo moderno sin repetir la arquitectura del pasado?, ¿cómo conjugar la sencillez y simplicidad de formas de la arquitectura religiosa actual con los gustos de la ciudad?. ¿En un mundo secularizado cómo contribuir a que el creyente se encuentre con Dios a través de una nueva edificación religiosa?...

            Es difícil responder a éstas preguntas. Nuestra intención es la de construir un templo y unas instalaciones que reflejen el ideal de belleza, porque , de algún modo, lo bello, participa de la belleza de Dios, y nos comunica silenciosamente su presencia a través de las formas, la luz, los elementos y materiales utilizados, los signos litúrgicos, el color, el ambiente , las proporciones … En definitiva un templo y sus dependencias deben despertar admiración y alabanza a Dios.

            Juan Pablo II en su carta a los artistas nos dice: “ Este mundo en que vivimos tiene necesidad de la belleza para no caer en la desesperanza. La belleza, como la verdad, es quien pone la alegría en el corazón de los hombres; es el fruto precioso que resiste a la usura del tiempo, que une las generaciones y las hace comunicarse en la admiración”. Teniendo presente las palabras de Juan pablo II, vemos como un templo está unido a la belleza, a la verdad y a la esperanza a través de generaciones, de ahí , que un templo a pesar de los años y de los siglos, nos recuerda  la historia,  las personas en el pasado y las que vendrán en el futuro, invitándonos a vivir en lo perdurable, lo no relativo y por tanto, caduco.

            Quizás estemos ante un peligro cuando hablamos de belleza: el quedarnos en el sentido de “utilidad” y de “funcionalidad”, es decir, la belleza como simple estética, no llegando a percibir el sentido de lo “gratuito” y “lo festivo”. Lógicamente, en un mundo como el nuestro, un templo y sus dependencias, deben ser funcionales en cuanto comodidad, visualización, audición, sobriedad en las formas,…; pero debemos alejarnos de ese sentido que tenemos tan agudizado de “usar” las cosas, para ir percibiendo más el sentido de “una casa” que de “un monumento”. Un templo tiene sentido desde la celebración o el encuentro con Dios y nunca desde una utilización “turística”, y por tanto, ocasional, aunque esta sea una parte de nuestra cultura. De ahí, que el edificio religioso tenga siempre una sensación de “habitabilidad familiar” que ayude al encuentro entre las personas, a la celebración viva y dinámica sin contradecir el sentido de lo sagrado. Podemos decir que un templo no es bello porque me gusta y entra en mis cánones de belleza o sirve para mis intereses puntuales, sino porque responde a una necesidad fundamental: el encuentro personal con Dios (único bello) y el encuentro entre los hermanos (a través de la belleza de la liturgia) dando culto “en espíritu y en verdad”.

            Hoy tenemos una sensibilidad más inclinada hacia lo sobrio y a lo sencillo que hacia lo barroco y ostentoso. Pero esa sencillez no está reñida con la estética y la belleza. No se trata de repetir los estilos de los templos de siglos pasados por muy bellos que sean. Se trata de aunar sencillez con belleza, evitando también cualquier visión del arte cristiano como simple “cultura”. Es decir, el templo y las dependencias parroquiales están en función del culto a Dios, del aspecto trascendente de la vida. Es el lugar que expresa el encuentro del creyente con sus semejantes y con alguien superior a él y no simplemente como algo bello en un sentido profano. Es bello porque me lleva a Dios. Quizás sea ésta la paradoja del arte reducido a espectáculo, a emoción estética, sin alma litúrgica.

            Esto es en definitiva lo que intentamos realizar. Una “casa” de Dios para los hombres. El mismo término parroquia significa literalmente “junto a las casas”. Y esa es ahora nuestra realidad. Cuando se pregunta por nuestra parroquia en la actualidad, la gente busca un campanario o un edificio que se ajuste a lo que uno cree que puede ser una parroquia. Y la gente se sorprende: estamos en un pequeño local. La entrada no es bella, pero una vez dentro uno se siente en la “casa de Dios”, en medio “de las casas de los hombres”. Y hemos conseguido en éste pequeño lugar de encuentro entre las personas, un lugar para la celebración y la oración. Esta es una de las perspectivas que queremos dar a nuestra nueva edificación.
Dostoievsky, el gran escritor ruso lanzó un enigmático anuncio en su obra “el idiota”, poniendo en boca del príncipe Myshkin la siguiente frase: “ El mundo será salvado por la belleza”. El escritor añadía posteriormente: “No hay ni puede haber nada más bello que Cristo”. Pues junto a las casa de los hombres está la casa de Dios. Desde la sencillez y la sobriedad,  teniendo presente aspectos como la buena visibilidad y luminosidad, la fácil participación en la liturgia, la accesibilidad y la comodidad  construiremos unos nuevos edificios que puedan ayudar al hombre actual a dirigir su corazón al único bello: Jesucristo

            Así lo deseamos y pondremos todo nuestro empeño, en la medida de nuestras posibilidades. No se construye todos los días un complejo parroquial. Esperemos que el día en que tengamos construido nuestro templo podáis visualizar y comprobar esa belleza que nos habla de la belleza de Dios.



                                                                                  Félix José Amo Molina

                                                                                  Párroco de Santa María y San Miguel.


Historia de nuestra parroquia


La historia de nuestra parroquia es sencilla y corta, porque sólo tiene nueve años. En concreto, el 8 de septiembre de 2003, nuestro querido cardenal, D. Carlos Amigo Vallejo, hizo el decreto por el cual se creó la parroquia de Santa María Y San Miguel.


            ¿Por qué este nombre?. En un principio, la idea de la creación de una nueva parroquia en esta parte de Alcalá de Guadaíra surgió gracias a la coronación canónica de la Virgen del Águila, de ahí que en un principio se iba a llamar “Virgen del Águila Coronada”, pero a los pocos meses, se vio la necesidad de cambiar el nombre para evitar la confusión con el Santuario del Águila, y es entonces cuando se cambia el nombre por el de “Santa María y San Miguel”. De ésta forma recordamos las dos primeras parroquias que hubo en Alcalá de Guadaíra: la parroquia de Santa María (actualmente el santuario de la Virgen del Águila) y la parroquia de San Miguel (que dejó de existir en el siglo XVII aunque el templo todavía se mantiene en pie, camino hacia el santuario). De ésta forma el Sr. Cardenal quiso que no se perdieran los nombres de éstas dos primeras parroquias que forjaron en la fe los principios religiosos de nuestro pueblo. Por lo tanto tenemos dos nombres de parroquias forjados en la historia y una nueva parroquia que recoge (junto a otras) el testigo de la fe.


Nuestro templo




Al principio (año 2003) estábamos en una pequeña capilla, la cual era denominada por la gente como “la cochera” en la calle Francisco Pizarro. Allí comenzó la parte más importante: la humana. Porque no existe parroquia sin comunidad, no tiene sentido una vivienda si no está habitada. Fueron años felices, de crecimiento, tanto, que en poco tiempo aquello se quedó pequeño. Imaginaros: un local de sesenta metros, un salón de doce metros ( que servía de despacho, sala de reuniones, confesionario, sacristía…) unas sillas, un altar medio derruido, un sagrario prestado y poco más. ¿Dónde se hacían las primeras comuniones? : en el Santuario del Águila. ¿Dónde se celebraban las confirmaciones?: en la calle. ¿Y los bautismos?: uno a uno.



Allí comenzó todo, pero siempre con la vista puesta en el futuro, porque crecíamos y debíamos de crecer más. Siete años de paciencia, de crecimiento, de trabajo, de responsabilidad, de comunión.


El templo nuevo ha intentado reflejar el significado de la palabra (griega) parroquia: “ junto a las casas”, “el que vive junto a las casas de la gente”. Por tanto queríamos darle un sentido de familiaridad, de encajar en el entorno en el que íbamos a vivir, de “casa “ y por tanto, acogedora, íntima, sencilla, y bella. En este sentido debemos agradecer a Juan Bosco Ruiz Heras, nuestro arquitecto, el magnífico trabajo realizado. Siempre servicial, a nuestra disposición y comprometido con el proyecto. 


El resultado lo veis cuando entráis en el templo: los materiales acogen a los fieles y les invita a participar: madera en el techo, piedra caliza en el presbiterio, colores cálidos, orientación  de los bancos hacia el altar centro del templo, columnas que recuerdan el vivir de un claustro monacal, la capilla de Santísimo Sacramento acogedora y armoniosa. Una galería recorre todo el templo, con un techo estrellado, signo de que estamos en “situación de extranjería”, “lejos de su casa”, porque nos sentimos ciudadanos del cielo, vivimos temporalmente en la tierra como decía en la carta a Diogneto: “toda tierra extranjera es patria y toda patria es tierra extranjera”. Es decir, somos peregrinos en éste tierra. Por tanto, cuando celebramos la eucaristía, estamos rodeados de ese cielo al cual nos dirigimos, donde ya no hay (cf. Flp 3,20) “extranjeros y peregrinos, sino huéspedes de Dios”. Somos los fieles peregrinos de ésta parte de Alcalá de Guadaíra, que sin separarse de “aquellos que viven en casas”, viven la fe en Cristo, aquel que nos engendró a vivir una vida nueva en el Espiritu Santo al encuentro del Padre. 
 Lejos de un templo frío, impersonal, distante, lejano al sentir de nuestra gente; hemos hecho este edificio pensando en las personas; el estilo (aunque clásico) no era lo importante, sino las personas que van a residir en él. Nadir se compra o se construye una casa para que se le otorgue un premio, sino para vivir confortable y lo mejor posible. De esta forma, todo el que visita éste templo puede decir que se siente acogido, como en casa, donde participar en la celebración da gusto. Un templo que invita a vivir la fe.


En octubre de 2010 hicimos una procesión con el sagrario hacia el templo. Cientos de personas acompañaban al Santísimo en procesión, fue emocionante. Y recordamos que después de nuestra travesía en aquella pequeña capilla, nos encaminábamos a ese nuevo templo, que era como la tierra prometida. Procesión, cantos, alegría y lágrimas cuando colocamos al Santísimo en nueva casa. Nos embargó la emoción; nuestra etapa en la pequeña capilla había terminado, y ahora comenzaba una nueva andadura.


El 15 de octubre de 2010 nuestro Arzobispo D. Juan José Asenjo Peregrina, bendijo el templo, culminando así una etapa en nuestra pequeña historia. Desde entonces hasta ahora, seguimos creciendo.



Los salones parroquiales


Aunque el templo está terminado, el interior de los salones parroquiales (cerca de 450 mt2) estaban sin terminar y teníamos el mismo problema que anteriormente: teníamos templo (antes capilla), pero no teníamos salones para realizar las distintas tareas parroquiales. Nos pusimos en marcha y posiblemente en el mes de octubre de este 2012 se bendecirán dichas dependencias: un salón de usos múltiples con capacidad para 170 personas, una biblioteca ( 80 mt2), cinco salones (28 mt2 cada uno), aseos (45 mt2), un despacho parroquial y un oficce (30 mt2)  y los salones de cáritas (80 mt2) que servirán para la realización de nuestras actividades pastorales.
A la vez queremos dar a esto salones un uso social; es decir, el termino “parroquia” decíamos anteriormente que significa: “junto a las casas”. Pues bien, como vecinos queremos ofrecer a las distintas entidades culturales, docentes, sociales y vecinales nuestros salones. De ésta forma, nuestros salones cobran un sentido de apertura a todos nuestros vecinos. Ofrecemos lo que creemos y  también lo que tenemos.
Hasta el momento esta parte última de la construcción ha sido compleja y difícil, pero ahí están los resultados. Unos salones para el servicio de la Iglesia y de la sociedad.
Somos aquellos que vivimos junto a las casas, personas casadas, niños,  jóvenes, solteros, de distintas profesiones, tenemos los mismos problemas que tiene todo el mundo, distintas poblaciones, pero que tenemos conciencia de ser “distintos” porque mostramos la “diferencia cristiana” en lo cotidiano, con una conducta, con un estilo de vida diferente, aunque sin separarnos del mundo. Nos sentimos peregrinos, para ello hemos hecho un templo “para la gloria de Dios”.

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